Sobre un jardín de llamas
huyen, pero ya no quieren
ir a ninguna otra parte;
encima de estremecientes brasas
removidas por brazos torcientes
levantando polvo de fuego
buscan la desgarrada fin
abriendo sombrías cicatrices
jaleando comas de jadeo.


Entre dentro y fuera,
derrota o victoria
hay una blanca herida
brillando de los deseos
que corren sin casi nunca
pararse a dudar;


un pequeño sol ya
surge de las manos,
en alto viene empujado
sólo para ser apagado
lejos, más allá
del seto alambrado
que como una red captura
todas las esperanzas
pudriendose en faltas.


Y no esperar que tu sudor
apague este incendio inmóvil
ni tu quemado honor...